viernes, 19 de febrero de 2010

La Felicidad y el Cielo

Unos días atrás, mientras iniciaba mi habitual rutina mañanera, me vino a la mente la imagen del cielo. Bah, mas que imagen creo que era la “idea” de cielo. Inmediatamente me puse a pensar en como cada uno tiene su propia percepción de las cosas, en especial de aquellas que desconoce. Estoy seguro que si le preguntara a 10 personas “qué es o cómo es el cielo?” podría tener, sin temor a equivocarme, una decena de respuestas distintas.


Mientras navegaba por esas ideas, pensaba también que lo mismo podría pasar al preguntar sobre la felicidad. Si bien hay cosas objetivas que uno asocia a la felicidad, otro montón tienen que ver mas con los gustos/preferencias de uno que con algo establecido.


Lo que sí es seguro (al menos para mi lo es) es que uno tiende a asociar instantáneamente el cielo a la felicidad. No creo que haya alguien que no relacione estas dos cosas, cuanto menos en el deseo de que ambas vengan juntas.


Y si el cielo justamente fuera exactamente igual a nuestra representación de felicidad plena? Podría ser entonces que, teniendo cada uno representaciones distintas de felicidad tuviera un cielo distinto, a su medida?


Pensaba también en todas las caras y rostros que desearía que estén conmigo en mi cielo. Me imaginaba, junto a ellos, recordando momentos pasados compartidos en los que volvíamos a vivenciar lo lindo que es el amor, la amistad, la fraternidad…


Hasta ahí venía en el viaje (real y mental) mas divertido de los últimos tiempos, hasta me arriesgo a decir que seguro iba sonriendo, ignorando el apretuje cotidiano y las incomodidades de la hora pico. Pero de pronto otra idea apareció en mi mente: Y si aquellas personas que imaginé conmigo en mi cielo no me quisieran en el suyo? Y acá me animo a decir que la sonrisa se me transformó en una mueca, mezcla de decepción y de duda.


Sin embargo, en mi afán de hacerle frente a aquello que amenazaba con arruinar mi viaje, decidí seguir indagando en mi mente un poco mas…


Y finalmente me dí cuenta de que no debería estar preocupado, sino ocupado. No solamente en intentar “conquistar” mi cielo, sino en ser merecedor del cielo del resto. Porque no querría ni por un segundo, querido hermano, no ser parte de tu cielo…




lunes, 8 de febrero de 2010

Nuestros proyectos...

A menudo suelo ponerme a pensar en todas las cosas que siempre soñé desde chico y que por una razón u otra no pude concretar. Algunas ya quedaron definitivamente fuera de mis posibilidades, otras pareciera que requieren de mas esfuerzo del que pensaba al empezar el camino y unas pocas todavía están al alcance de mi mano.

También suelo pensar en muchos objetivos que me había trazado en distintos momentos de mi vida y que hoy ya no creo que sean tan importantes. Los sueños a veces tienen eso, son mas lindos y deseados cuando los idealizamos por tenerlos lejos que cuando los estamos por concretar.

Hace poco se me ocurrió recordar todas las cosas que le he pedido a Dios una y otra vez, y que sin embargo sigo sin tener, o siguen sin cambiar. Sumido en mis dudas, desconfianzas y pensamientos negativos no hice mas que llevar mi mente hacia otro lugar, como modo de alejarme de aquello a lo que no encontraba respuesta. Pero por esas cosas de la vida, de casualidad (o no) fui a parar con este cuento que me recordó como era esto de los proyectos y los sueños...


"Había una vez tres árboles pequeños en una colina del bosque. Hablaban acerca de sus sueños y esperanzas para su futuro, y el primero dijo: Algún día seré un cofre de tesoros. Estaré lleno de oro, plata y piedras preciosas. Estaré decorado con labrados artísticos y tallados finos: todos verán y admirarán mi belleza".


El segundo árbol dijo: " Algún día seré una poderosa embarcación. Llevaré los más grandes reyes y reinas a través de los océanos, e iré a todos los rincones del mundo. Todos se sentirán seguros por mi fortaleza y mi poderoso casco."

Finalmente el tercer árbol dijo: " Yo quiero crecer para ser el más recto y grande de todos los árboles del bosque. La gente me verá en la cima de la colina, mirará mis poderosas ramas y pensarán en el Dios de los cielos y cuán cerca estoy de alcanzarlo. Seré el árbol más grande y la gente siempre me recordara".

Después de unos años de que los árboles oraban para que sus sueños se convirtieran en realidad, un grupo de leñadores vino donde estaban los árboles. Cuando uno vio al primer árbol dijo: "Este parece un árbol fuerte, creo que podría vender su madera a un carpintero", y comenzó a cortarlo. El árbol estaba muy feliz debido a que sabía que el carpintero podría convertirlo en un cofre para tesoros.

El otro leñador dijo mientras observaba al segundo árbol: " Parece un árbol fuerte, creo que lo podré vender al carpintero del puerto". El segundo árbol se puso muy feliz porque sabía que estaba en camino de convertirse en una poderosa embarcación.

El último leñador se acercó al tercer árbol; éste estaba muy asustado, pues sabía que si lo cortaban, su sueño nunca se convertiría en realidad. El leñador dijo entonces: "No necesito nada especial del árbol que corte, así que tomaré éste". Y cortó al tercer árbol.

Cuando el primer árbol llegó donde el carpintero, fue convertido en un cajón de comida para animales y fue puesto en un pesebre y llenado con paja. Se sintió muy mal pues eso no era por lo que tanto había orado.

El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña balsa de pesca, ni siquiera lo suficientemente grande para navegar en el mar y fue puesto en un lago. Y vio como sus sueños de ser una gran embarcación cargando reyes habían llegado a su fin.

El tercer árbol fue cortado en largos y pesados tirantes y dejado en la oscuridad de una bodega.

Años más tarde, los árboles olvidaron sus sueños y esperanzas por las que tanto habían orado. Entonces un día, un hombre y una mujer llegaron al pesebre. Ella dio a luz un niño y lo colocó en la paja que había dentro del cajón en que fue transformado el primer árbol. El hombre deseaba haber podido tener una cuna para su bebé, pero este pajar debería serlo. El árbol sintió la importancia de este acontecimiento y supo que había contenido el más grande tesoro de la historia.

Años más tarde, un grupo de hombres subieron a la balsa en la cual habían convertido al segundo árbol. Uno de ellos estaba cansado y se durmió en la barca. Mientras ellos estaban en el agua, una gran tormenta se desató y el árbol pensó que no sería lo suficientemente fuerte para salvar a los hombres. Los hombres despertaron al que dormía, éste se levantó y dijo "Calma, quédate quieto", y la tormenta y las olas se detuvieron. En ese momento, el segundo árbol se dio cuenta de que llevaba al Rey de Reyes y Señor de Señores.

Finalmente, un tiempo después, alguien vino y tomó al tercer árbol convertido en tablas. Fue cargado por las calles al mismo tiempo que la gente escupía, insultaba y golpeaba al Hombre que lo cargaba. Se detuvieron en una pequeña colina y el Hombre fue clavado al árbol y levantado para morir en la cima de la colina. Cuando llegó el domingo, el tercer árbol se dio cuenta que él fue lo suficientemente fuerte para permanecer erguido en la cima de la colina y estar tan cerca de Dios como nunca, porque Jesús había sido crucificado en él."


"Cuando parece que las cosas no van de acuerdo a tus planes, debes saber que siempre Dios tiene un plan para ti. Si pones tu confianza en El, te dará grandes regalos a su tiempo. Recuerda que cada árbol obtuvo lo que pidió, solo que no en la forma en que pensaban. No siempre sabemos lo que Dios planea para nosotros, solo sabemos que Sus caminos no son nuestros caminos, pero... Sus caminos siempre son los mejores
"

lunes, 1 de febrero de 2010

Doy gracias por vos amigo...

¡Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor.
Solicito permiso para salir a buscarlo!

¡Permiso denegado!, replicó el oficial. ¡No quiero que
arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto!

El soldado, haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y
una hora más tarde regresó mortalmente herido,
transportando el cadáver de su amigo.

El oficial estaba furioso:
¡Ya le dije yo que había muerto!
¡Ahora he perdido a dos hombres!
Dígame, ¿Merecía la pena salir allá para traer un cadáver?

Y el soldado, moribundo, respondió:
-¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme:
" ... Estaba seguro de que vendrías"


Para todos aquellos amigos y hermanos que viven la amistad con compromiso y fidelidad. Doy gracias a Dios por vos amigo mío, doy gracias a Dios por vos hermano mío... Por cada sonrisa que me sacaste, por cada vez que me prestaste tu oído, que me diste de tu consejo. Por cada momento compartido y por lo que vendrá...