sábado, 25 de diciembre de 2010

Navidad es Jesús!

Feliz Navidad para todos!



martes, 21 de diciembre de 2010

Y un día volví...

“Al fin te decidiste a entrar” me dijo mientras sonreía. Inspiró profundo, como si fuese a agregar algo mas. Esperé entre confundido e intrigado preguntándome cuales serían las próximas líneas que él diría. Los segundos posteriores me parecieron eternos (sabido es que la paciencia no es mi fuerte). Levanté las cejas, arqueándolas levemente. Adelanté mi cabeza, torciendo la boca. Acompañé el movimiento, sin descruzar del todo los brazos, mostrando suavemente mis palmas. 

Mi interlocutor debió haber advertido la expresión de mi rostro y mi cuerpo, porque apuró sus palabras siguientes, incluso mas de lo que quizás hubiera deseado: “Sí, claro, te paseaste por la vidriera recorriéndola de punta a punta lo que va de la mañana! Después de un rato supuse que no entrarías”. Sonreí, aunque la aclaración lejos estaba de ser la que yo esperaba. Es decir, bien sabía yo lo que había estado haciendo toda la mañana. Entendía entonces a la perfección  el significado de sus primeras palabras. 

Pero mi sorpresa inicial no venía por haber escuchado esa frase. Mi estupor y mi intriga provenían del hecho de que él no me hubiera preguntado antes algo mas básico. Me resultaba curioso que no hubiera habido referencia alguna al tiempo que hacía que no nos veíamos.  Es decir, no fue eso lo que llamó su atención aquel día. Ni siquiera el verme detrás del vidrio después de meses hizo que ese tiempo de ausencia pesara mas que mi caminar dubitativo de las últimas horas. 

Permanecí en silencio ya que él no dejaba de sorprenderme. Había gastado días y noches ensayando los párrafos que diría a modo de excusarme por mi comportamiento del puñado de semanas que precedieron a ese encuentro y de repente resultaba que mi alejamiento no parecía ser algo que fueramos a discutir, ni siquiera tangencialmente. Como cada vez que algo me descoloca, recuerdo que intenté articular una frase que  apenas alcanzó a ser un par de monosílabos de dudoso contenido. 

Él volvió a tomar la palabra y simplemente dijo “Sé lo que estas pensando,  sé que lo sentís y sólo eso me basta”. Y añadió, “Tenemos trabajo que hacer. Si estás dispuesto, claro”.  En ese momento mis palabras al fin emergieron de lo profundo: “Pero cómo? Me fui lejos, estuve mucho tiempo sin venir. Daba por seguro no sólo que habrías encontrado a alguien apto para eso, sino también que ya todo estaría hecho”.  

El sonrío, se agachó hasta mi oído y se limitó a susurrar: “Esta tarea sólo la podes hacer vos. Por eso sos tan especial. Apropósito, hay muchos ahí afuera que lo ignoran. Podrías acercarlos hasta la vidriera? Yo me encargo del resto”. Entonces me perdí en sus brazos y lloré.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Sólo Sonreíste

Sólo sonreíste. Sólo sonreíste cuando me viste llegar. Cuando di vuelta la esquina, cargado con mi pesada mochila, con mis gastadas defensas y con mi ser bamboleante.

Sólo sonreíste. Ni siquiera me apuraste cuando viste, que a la distancia, mi tranco se estaba volviendo mas lento. Sólo sonreíste, ensanchando mas tu boca aún, cuando divisaste que en mi había duda, pero que eso me hacía frenar el ritmo aunque no la decisión.

Sólo sonreíste cuando llegué a la puerta. No me preguntaste porqué había tardado tanto. No me señalaste las veces que había recorrido el mismo camino y había abandonado en distintos puntos. No me pasaste el video de las mil veces que prometí algo y terminé haciendo exactamente lo opuesto. Sólo sonreíste.

No tenías una sonrisa de burla. Menos aún un gesto de “yo tenía razón”. Tampoco había en tu rostro, la expresión de quien dice “lamentablemente ya es tarde”. Esa es la impresión que me diste, porque a decir verdad, cada vez que lo rememoro siento que ese día me revelaste una manera nueva de sonreír. Todas las otras sonrisas, eran las que tenía yo. Todo lo otro era lo que yo expresaba. Y como el mundo era yo, no había otra sonrisa que pudiera existir que no fuera una de esas.

Sólo sonreíste. Aún sabiendo que era probable que esta vez aunque llegara un poquito mas lejos, igual terminara echándome atrás. Sólo sonreíste y me animaste a pasar. En un instante te transformaste en decenas de caras, en docenas de brazos y cientos de abrazos. Aquel día te diste a conocer en cada par de ojos que se posó sobre mí.

Cuando cada tanto me vence el temor, o las fatigas hacen que no me pueda levantar o cuando finjo que camino y apenas si puedo reptar, trato de buscar tu sonrisa. Tu sonrisa y tus ojos. Porque tu mirada y tu sonrisa, vuelven a recrear ese día y me recuerdan lo que te prometí una vez:

Quiero vivir para mirarte y sonreírte como lo haces vos conmigo. Quiero vivir parar poder mirar y sonreírle así a quien pongas en mi camino. Y que otros te puedan encontrar, a través de un par de ojos y una sonrisa.

martes, 24 de agosto de 2010

En el Aire



Quien no se ha sentido alguna vez así? Quien no ha pasado por situaciones donde sabemos que no estamos pisando en tierra firme?

Cada vez que me asalta esa sensación tengo la tendencia a quedarme inmóvil. No vaya a ser cosa que un pequeño movimiento que haga me lleve a caer...

No vaya a ser cosa de que aún cuando camine con cuidado me precipite de golpe hacia un lugar menos seguro del que estaba...

Pero... cuanto tiempo podré permanecer en el aire? cuanto tiempo podré aguantar mirando las luces de alrededor sin reparar en que este equilibrio momentáneo no va a durar para siempre? Cuantas cosas mas van a seguir aletargándome?

Dejar de estar en el aire, querido caminante, se logra en principio con decisión y dejando el miedo de lado. Y si es hoy, cuanto mejor!

lunes, 9 de agosto de 2010

Nuestra cruz

Bonito cuento que me iluminó el sábado...



Una vez una persona andaba buscando al Señor. Le habían comentado de una invitación que hacía a todos para llegarse hasta su Reino, donde dicen que tenía reservada una morada para cada uno de sus amigos. Y él también tenía ganas de ser amigo del Señor. ¿Por qué no? Si otros lo había logrado ¿qué le impedía a él llegar a ser uno de ellos?

Averiguando acerca del paradero, se enteró de que el Señor se había ido monte adentro con un hacha, a fin de preparar para cada uno de sus amigos, lo que necesitaría para el viaje. Y se largó a campearlo.


Los golpes del hacha lo fueron guiando hasta una isleta. Atravesó el limpión y se metió por entre los mogotes y garabatos, tratando de acercarse al lugar de donde provenían los golpes. Las largas hojas del caraguatá se le prendían con sus pequeñas espinas ganchudas, pero no lograron detenerlo, porque era hombre decidido.


Al fin llegó. Y se encontró con el mismísimo Nuestro Señor, que estaba preparando las cruces para cada uno de sus amigos, antes de partir hacia su casa, a fin de disponer un lugar para cada uno.


- ¿Qué estás haciendo? - le preguntó el joven al Señor.


- Estoy preparando a cada uno de mis amigos la cruz con la que tendrán que cargar para seguirme y así poder entrar en mi Reino.


- ¿Puedo ser yo también uno de tus amigos? - volvió a preguntar el muchacho.


- ¡Claro que si! le dijo Jesús-. Es lo que estaba esperando que me pidieras. Si quieres serlo de verdad, tendrás que tomar vos también tu cruz y seguir mis huellas. Porque yo tengo que adelantarme para ir a prepararles un lugar.


- ¿Cuál es mi cruz, Señor?

-Esta que acabo de hacer. Sabiendo que venías y viendo que los obstáculos no te detenían, me puse a preparártela especialmente y con cariño para ti.


La verdad que muy, muy preparada no estaba. Se trataba prácticamente de dos troncos cortados a hacha, sin ningún tipo de terminación ni arreglos. Las ramas de los troncos habían sido cortados de abajo hacia arriba, por lo que sobresalían pedazos por todas partes. Era una cruz de madera dura, bastante pesada, y sobre todo muy mal terminada. El joven al verla pensó que el Señor no se había esmerado demasiado en preparársela. Pero como quería realmente entrar en el Reino, se decidió a cargarla sobre sus hombros, comenzando el largo camino, con la mirada en las huellas del Maestro.


Ni bien cargó la incómoda cruz, hizo también su aparición Mandinga -el diablo-. Es su costumbre hacerse presente en estas ocasiones. Y en aquella circunstancia no fue diferente. Porque donde anda Dios, asimismo anda el diablo. Sobre todo en los montes.


Desde atrás le pegó el grito al joven que ya se había puesto en camino: -Te olvidaste de algo!


Extrañado por aquella llamada, miró para atrás y vio a Mandinga muy comedido, que se acercaba sonriente con el hacha en la mano para entregársela.


- Pero ¿cómo? ¿También tengo que llevarme el hacha? -preguntó molesto el muchacho.


- No sé -dijo el diablo haciéndose el inocente-.


Pero se me hace que es conveniente que te la lleves por lo que puedas necesitar en el camino. Por lo demás, sería una lástima dejar abandonada una hachita tan linda.


La propuesta le pareció tan razonable, que sin pensar demasiado, tomó el hacha y reanudó su camino.


Duro camino. Por varias cosas. Primero, y sobre todo, por la soledad. El creía que lo haría con la visible compañía del Maestro. Pero resulta que se había ido, dejando sólo sus huellas.


Siempre la cruz encierra la soledad, y a veces la ausencia que más duele en este camino es la de no sentir a Dios a nuestro lado. Algo así como si nos hubiera abandonado.


El camino también era duro por otros motivos.


En realidad no había camino. Simplemente eran huellas por el monte o por los pajonales y esteros. Hacía frío en aquel invierno y la cruz era pesada. Sobre todo, era molesta por su falta de terminación. Parecía como que las salientes se empeñaran en engancharse por todas partes a fin de retenerlo. Y se le incrustaban en la piel para hacerle más doloroso el camino.


Una noche particularmente fría y llena de soledad, se detuvo a descansar al descampado.


Depositó la cruz en el suelo, a la vez que tomó conciencia de la utilidad que podría brindarle el hacha. Quizá el Maligno -que lo seguía a escondidas- ayudó un poco arrimándole la idea mediante el brillo del fierro del instrumento.


Lo cierto es que, ahí nomás, se puso a arreglar la cruz. Con calma y despacito le fue sacando los nudos que más le molestaban, suprimiendo aquellos muñones de ramas mal cortadas, que tantos disgustos le estaban proporcionando en el camino. Y consiguió dos cosas.


Primero, mejorar el madero. Y, segundo, se agenció de un montoncito de leña que le vino como mandado a pedir para prepararse un fueguito con el que calentar sus manos ateridas.


Esa noche durmió tranquilo. A la mañana siguiente reanudó su camino. Y noche a noche su cruz fue siendo mejorada, pulida por el trabajo que en ella iba realizando.


Mientras su cruz mejoraba y se hacía más llevadera, conseguía también tener la madera necesaria para el fueguito amigo de cada noche.


Casi, casi, se sintió agradecido hacia Mandinga que le había hecho traerse el hacha consigo.


Después de todo había sido una suerte contar con aquel instrumento que le permitía el trabajo sobre su cruz. Estaba satisfecho con la tarea, y hasta sentía un pequeño orgullo por su obra de arte. La cruz tenía ahora un tamaño razonable y un peso mucho menor. Y además se trataba de algo prolijo. Bien pulida, brillaba a los rayos del sol, y casi no molestaba al cargarla sobre sus hombros.


Achicándola un poco más, llegaría finalmente a poder levantarla con una sola mano a manera de estandarte, para así identificarse ante los demás como seguidor del crucificado. Y si le daban tiempo, podría llegar a acondicionarla hasta tal punto que llegaría al Reino con la cruz colgada de una cadenita al cuello como un adorno sobre su pecho, para alegría de Dios y testimonio ante los demás.


Y consiguió su meta. Es decir: sus metas. Porque para cuando llegó a las murallas del Reino, se dio cuenta de que gracias a su trabajo, estaba descansado y además podía presentar una cruz muy bonita, que ciertamente quedaría como recuerdo en la Casa del Padre.


Pero no todo fue tan sencillo. Resulta que la puerta de entrada al Reino estaba colocada en lo alto de la muralla. Se trataba de una puerta estrecha, abierta casi como una ventana a una altura imposible de alcanzar.


Llamó a gritos, anunciando su llegada. Y desde lo alto se le apareció el Señor invitándolo a entrar.


- Pero, ¿cómo, Señor? No puedo. La puerta está demasiado alta y no la alcanzo.


- Apoya la cruz contra la muralla y luego trepa por ella utilizándola como escalera -le respondió Jesús Yo le dejé a propósito los nudos para que te sirviera. Además tiene el tamaño justo para que puedas llegar hasta la entrada.


En ese momento el joven se dio cuenta de que realmente la cruz recibida había tenido sentido y que de verdad el Señor la había preparado bien.


Sin embargo ya era tarde. Su pequeña cruz, pulida, y recortada, le parecía ahora un juguete inútil. Era muy bonita pero no le servía para entrar. Mandinga había resultado mal consejero y peor amigo.


Pero, el Señor es bondadoso y compasivo. No podía ignorar la buena voluntad del muchacho y su generosidad en querer seguirlo. Por eso le dio un consejo y otra oportunidad.


- Vuelve sobre tus pasos. Seguramente en el camino encontrarás a alguno que ya no da más, y ha quedado aplastado bajo su cruz. Ayúdale tú a traerla. De esta manera tú le posibilitarás que logre hacer -su camino y llegue. Y él te ayudará a ti a que puedas entrar.


Padre Mamerto Menapace



... sobran las palabras. O me faltan a mi. Que es distinto, pero significa lo mismo. A mi, que soy un cortador compulsivo de lo que me pasa, me vino como anillo al dedo. O como cruz al hombro.

viernes, 16 de julio de 2010

La Zanahoria




De vez en cuando te miro de lejos. Es tanta la distancia que nos separa que sólo mi imaginación es capaz de dibujar el rostro que tenías, el que veía cuando te seguía mas de cerca.

De a momentos acelero el paso, buscando acortar el camino que nos separa. A veces corro, otras veces camino, y a menudo suelo ir gateando.

Cuando me desanimo, suelo recuperar el aliento pensando que si te alejaste fue tan sólo porque me distraje mirando otras zanahorias o porque el cansancio me hizo frenar un rato para volver al camino con mas fuerzas. Pero siempre recuerdo que en última instancia, la decisión de perseguirte, de anhelarte, de empeñarme en alcanzarte, es mía. Y eso nadie me lo puede quitar. Y por eso nada me puede frenar.

Una vez (calculo que después de una decepción), había concluido que las próximas zanahorias que perseguiría tendrían que ser dignas de tener un cazador detrás como yo. Es decir, que al menos valieran la pena!

Además tendrían que ser alcanzables para que no me frustre en el intento, pero costosas para que no me aburra en el proceso. Y por sobre todo, deberían ser alimento suficiente para que no me vuelva a dar hambre. O al menos no tan rápido.

A veces solemos perseguir cosas que no sólo no nos llenan, sino que nos dejan con una variedad de sensaciones y sentimientos que nos lastiman. Pero siempre (y siempre es siempre), tenemos la oportunidad de desandar camino, de desechar lo que no sirve y volver los ojos hacia todo lo valioso que tenemos por conquistar.

Hasta la próxima huella

jueves, 8 de julio de 2010

Robot Tayloriano

Sonó la alarma de mi teléfono, lo manotee a oscuras, lo apagué, salté de la cama como si fuera un resorte que había estado contenido por unas horas con un elástico que ahora lo dejaba libre. Caminé con las manos hacia delante para evitar golpearme contra algo. Entré al baño, abrí la canilla, me lavé la cara y los dientes. Imagino que cerré la canilla. Me vestí mientras miraba en la tele como iba a estar el clima. Llené mis bolsillos con lo necesario para el día. Pasé por el baño nuevamente para asegurarme no sólo de estar vestido sino para saber si efectivamente estaba despierto.


Salí a la calle, creo que caminé hasta la esquina y crucé. Corrí al colectivo que me esperaba en la esquina como guiño del destino (o eso fue ayer?). Subí, saludé al chofer, saqué boleto. Me hice lugar ante la muchedumbre, cerca del fondo me paré y esperé hasta llegar a destino. Vaya uno a saber si respiré, quien sabe si le hablé a alguien, todo puede ser.


Bajé del colectivo, caminé media cuadra, crucé la puerta del trabajo, casi seguro que saludé al de seguridad, puse el dedito y mi código en el reloj fichero. Salí, volví a caminar, saludé a la misma gente de siempre con idéntica formalidad y desinterés. Subí al ascensor, abrí dos puertas. Prendí la computadora. Mandé un par de mensajes de texto al ser que amo. Creo que desayuné. Jugué a trabajar un par de horas. Hablé con un amigo. Seguí jugando a trabajar otro rato. Para todo esto ya habían pasado 7 horas desde que me había levantado. Y juro que recién hace 5 minutos fue la primera vez que pensé en todo el día!


Magnífico descubrimiento, soy como un robot Tayloriano. Hice toda clase de cosas durante la mañana. Desde lo mas sencillo e intuitivo hasta actividades mas complejas y comprometidas. Y todo fue en automático porque repito, hace 5 minutos fue la primera vez que pensé en todo el día.


Cómo es que hace la vida esto? O soy yo el que lo hago? No, no creo. Para mí que es la vida. Entonces, como hace la vida para que todos los días me tome el mismo colectivo y llegue a destino sin que siquiera exista uno en el cual me piante para otro lado? Como hace el cerebro para saber cuando apretar “3” en el ascensor y cuando apretar “1”? Si mil mañanas me ha pasado de mirarme en el espejo del elevador y no saber donde estoy? Y sin embargo siempre aprieto 1 cuando es 1 y 3 cuando es 3. Maravilloso.


Con el pensamiento en stand by, el cerebro y la vida automatizan cosas. Debería poder lograr automatizar otras cosas pero que yo elija? Este blog por ejemplo, seguro que en automático me saldrían cosas mas copadas para escribir. Mientras tanto, al menos este descubrimiento de hoy fue lo que me devolvió a la vida pensante. Hasta el automático de mañana calculo.

lunes, 14 de junio de 2010

La Renovación del Águila

"El águila es el ave que posee la mayor longevidad de su especie. Llega a vivir 70 años.

Pero para llegar a esa edad, a los 40 años de vida tiene que tomar una seria decisión.

A los 40 años sus uñas, curvas y flexibles, no consiguen agarrar a las presas de las que se alimenta. Su pico alargado y puntiagudo, también se curva. Apuntando contra el pecho están las alas, envejecidas y pesadas por las gruesas plumas. ¡Volar es ahora muy difícil!

Entonces el águila tiene sólo dos alternativas: Morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará 150 días. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y refugiarse en un nido, próximo a una pared, donde no necesite volar.

Entonces, apenas encuentra ese lugar, el águila comienza a golpear con su pico la pared, hasta conseguir arrancárselo. Apenas lo arranca debe esperar a que nazca un nuevo pico, con el cual después va a arrancar sus viejas uñas.

Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, prosigue arrancando sus viejas plumas. Y después de cinco meses, sale victorioso para su famoso vuelo de renovación y de revivir y entonces dispone de 30 años más..."



Independientemente de cuándo sea el momento, a todos nos llega el tiempo de cambiar. La hora de despojarnos de nuestra antigua piel por alguna que nos calce mejor. Si ya decidirse a cambiar de camino es un parto en sí mismo, ni hablar de los sentimientos ambiguos que suelo tener al dar los primeros pasos. Por un lado, la certeza de haber elegido bien. Por el otro, la angustia por lo que dejo atrás y por descubrir tardíamente lo poco que me conozco.

Y encima de vez en cuando me miro al espejo. No en el de vidrio, sino en ese en el que te observas cuando miras para adentro. Hoy es uno de esos días. Y lejos de lo que creía, la imagen que me devuelve la profundidad de mi ser es la de alguien que, a duras penas, recién empezó a arrancarse los primeros pedazos. Bah, que digo pedazos, apenas si pude tironear un poco de la piel mas superficial que me reviste.

Sea como sea seguiré camino, ya sea por tener la certeza de que al final del recorrido saldré victorioso y presto para volar alto (o cuanto menos, libre) o bien por reconocer que no puedo andar por la vida a medio arrancar. O me arranco de raíz o me quedo plantado como estaba. Y para lo segundo ya es tarde. A caminar y a arrancarme pues..

domingo, 30 de mayo de 2010

No digas que no puedes...


Dos de cada tres días me levanto pensando que no puedo. Doy el primer paso de la mañana creyendo que las cosas que no me hacen feliz, inevitablemente no las puedo cambiar. Ni siquiera mi orgullo herido por reconocer que finalmente no soy todopoderoso me lleva a un intento por creer que si quiero, puedo.

Dos de cada tres días oscilo entre la resignación y la auto-justificación. Entre la desesperanza y los atenuantes vanos.

Dos de cada tres días todas las excusas que encuentro para no poder se me convierten en un monstruo tan grande que me agobia y me asfixia.

Y en uno de cada tres, ni siquiera me acuerdo de lo que no puedo para no hacerme tanto problema.

Viviendo en uno de estos últimos días, ayer el Señor me salió al encuentro en un hermano. Como tantas otras veces me vino a rescatar de donde estaba, en el momento menos pensado. Como tantas otras veces en las que no pude o en las que creí que no podía o en las que me convencí de que no podía, Dios me vino a mostrar como tan sólo un poquito de Su Gracia puede donde yo no.

Quiero creer en imposibles. Quiero creer que para Vos todo es posible. Quiero no volver a decir que no puedo. Quiero no volver a sentir que no puedo. Dame de tu Gracia una vez mas Señor...












viernes, 21 de mayo de 2010

Para la próxima vuelta

No es sólo por si acaso.
No es sólo por si llegara a estar equivocado.
Quizás es una simple expresión de deseo.
Pero para la próxima vuelta quiero ser un pegazo.
Para volar alto, para acariciar las nubes a mi paso, para bailar con el viento.
Para sentir la libertad de, paradójicamente, dejarme llevar...





viernes, 7 de mayo de 2010

No llores si me amas

A veces ante el dolor que nos significa perder a alguien, frente a la angustia de saber que ya no lo tendremos terrenalmente cerca, sólo la esperanza de que se encuentre mejor y de que al final nos volveremos a encontrar de una forma mas plena y eterna, devuelve la paz a nuestro corazón.


No Llores Si Me Amas

No llores si me amas,
Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo!

Si pudieras oír el cántico de los ángeles
y verme en medio de ellos!
Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos; los horizontes, los campos
y los nuevos senderos que atravieso!

Si por un instante pudieras contemplar como yo,
la belleza ante la cual las bellezas palidecen!
Cómo!...¿Tu me has visto,
me has amado en el país de las sombras
y no te resignas a verme y
amarme en el país de las inmutables realidades?

Créeme.
Cuando la muerte venga a romper las ligaduras
como ha roto las que a mí me encadenaban,
cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía,
ese día volverás a verme,
sentirás que te sigo amando,
que te amé, y encontrarás mi corazón
con todas sus ternuras purificadas.

Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz!
ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo,
que te llevaré de la mano por
senderos nuevos de Luz...y de Vida...
Enjuga tu llanto y no llores si me amas!

San Agustín

jueves, 29 de abril de 2010

Gracias a ellos...

... que también nos enseñan lo que es el amor puro y la fidelidad! En su día, gracias por existir!



jueves, 22 de abril de 2010

Haciendo equilibrio





















Hay días en que no sólo veo el camino mas ancho si no que también siento que las barandas que me contienen son mas altas...

Otras veces me siento como si estuviera atravesando negras nubes de tormenta y haciendo equilibrio sobre una soga.

Llegará alguna vez el día en el que pueda volar libremente y que los vientos de la vida apenas me despeinen en lugar de hacerme caer?

O es que la vida consiste en aprender a ser equilibrista y domador de tormentas?

lunes, 5 de abril de 2010

Feliz Pascua de Resurrección!

“Era la reunión del domingo por la noche de un grupo apostólico en una parroquia. Después que entonaron unas canciones, el sacerdote de la iglesia se dirigió al grupo y presentó a un orador invitado; se trataba de uno de sus amigos de la infancia, ya entrado en años. Mientras todos lo seguían con la mirada, el anciano ocupó el púlpito y comenzó a contar esta historia:

"Un
hombre junto con su hijo y un amigo de su hijo estaban navegando en un velero a lo largo de la costa del Pacífico, cuando una tormenta les impidió volver a tierra firme. Las olas se encresparon a tal grado que el padre, a pesar de ser un marinero de experiencia, no pudo mantener a flote la embarcación, y las aguas del océano arrastraron a los tres."

Al decir esto, el anciano se detuvo un momento y miró a dos adolescentes que por primera vez desde que comenzó la plática estaban mostrando interés; y siguió narrando:
"El padre logró agarrar una soga, pero luego tuvo que tomar la decisión más terrible de su vida: Escoger a cuál de los dos muchachos tirarle el otro extremo de la soga. Tuvo sólo escasos segundos para decidirse. El padre sabía que su hijo era un buen cristiano, y también sabía que el amigo de su hijo no lo era. La agonía de la decisión era mucho mayor que los embates de las olas." "Miró en dirección a su hijo y le gritó: ¡TE QUIERO, HIJO MIO! y le tiró la soga al amigo de su hijo. En el tiempo que le tomó al muchacho llegar hasta el velero volcado en campana, su hijo desapareció bajo los fuertes oleajes en la oscuridad de la noche. Jamás lograron encontrar su cuerpo."

Los dos adolescentes estaban escuchando con suma atención, atentos a las próximas palabras que pronunciara el orador invitado.
"El padre" -continuó el anciano- "sabía que su hijo pasaría la eternidad con Cristo, y no podía soportar el hecho de que el amigo de su hijo no estuviera preparado para encontrarse con Dios. Por eso sacrificó a su hijo. ¡Cuán grande es el amor de Dios que lo impulsó a hacer lo mismo por nosotros!"

Dicho esto, el anciano volvió a sentarse, y hubo un tenso silencio. Pocos minutos después de concluida la reunión, los dos adolescentes se encontraron con el anciano. Uno de ellos le dijo cortesmente:
"Esa fue una historia muy bonita, pero a mí me cuesta trabajo creer que ese padre haya sacrificado la vida de su hijo con la ilusión de que el otro muchacho algún día decidiera seguir a Cristo." "Tienes toda la razón", le contestó el anciano mientras miraba su Biblia gastada por el uso. Y mientras sonreía, miró fijamente a los dos jóvenes y les dijo: "Pero esa historia me ayuda a comprender lo difícil que debió haber sido para Dios entregar a su Hijo por mí. A mí también me costaría trabajo creerlo si no fuera porque el amigo de ese muchacho que fue devorado por las aguas era yo."


Feliz Pascua de Resurrección para todos,
en especial para los que como yo, se
encontraron en estos días con
un Dios Vivo que transforma el corazón y
la vida entera...

martes, 16 de marzo de 2010

Si estuvieras acá

Si estuvieras acá probablemente no haría ninguna de las cosas que hoy imagino que haría. Siempre es así con las cosas que no tienen vuelta atrás. Muchas veces pienso que las haría distinto, que podría decir tal o cual cosa, que podría callar alguna que otra.


Si estuvieras acá sería factible que el día se me pasara desapercibido, como quizás también se me pase aunque no estés.


Si estuvieras acá, quizás tendríamos una charla corta y sin sentido. Quizás fuera especial para los dos, aunque por razones distintas, incluso aún cuando ni siquiera podamos advertirlo en el momento.


Si estuvieras acá, al menos podría hacer algunas cosas, decir algunas palabras o simplemente omitir y callar. Pero todo lo que podría hacer, sentir y hasta olvidar, hoy ni siquiera puedo…


Y ya que no estas acá, al menos me queda la certeza de saber que estas mejor, que al fin sos pleno. Que al fin sos tan feliz como imaginaste y no pudiste acá abajo.


Feliz cumpleaños viejo, te quiero mucho!


Damián


P.D Lo que pensaba/escribía de la felicidad y el cielo hace algunas semanas (que “casualidad” que justo en este tiempo haya pensado en eso no?)… era mas o menos así o mandé cualquiera?

viernes, 19 de febrero de 2010

La Felicidad y el Cielo

Unos días atrás, mientras iniciaba mi habitual rutina mañanera, me vino a la mente la imagen del cielo. Bah, mas que imagen creo que era la “idea” de cielo. Inmediatamente me puse a pensar en como cada uno tiene su propia percepción de las cosas, en especial de aquellas que desconoce. Estoy seguro que si le preguntara a 10 personas “qué es o cómo es el cielo?” podría tener, sin temor a equivocarme, una decena de respuestas distintas.


Mientras navegaba por esas ideas, pensaba también que lo mismo podría pasar al preguntar sobre la felicidad. Si bien hay cosas objetivas que uno asocia a la felicidad, otro montón tienen que ver mas con los gustos/preferencias de uno que con algo establecido.


Lo que sí es seguro (al menos para mi lo es) es que uno tiende a asociar instantáneamente el cielo a la felicidad. No creo que haya alguien que no relacione estas dos cosas, cuanto menos en el deseo de que ambas vengan juntas.


Y si el cielo justamente fuera exactamente igual a nuestra representación de felicidad plena? Podría ser entonces que, teniendo cada uno representaciones distintas de felicidad tuviera un cielo distinto, a su medida?


Pensaba también en todas las caras y rostros que desearía que estén conmigo en mi cielo. Me imaginaba, junto a ellos, recordando momentos pasados compartidos en los que volvíamos a vivenciar lo lindo que es el amor, la amistad, la fraternidad…


Hasta ahí venía en el viaje (real y mental) mas divertido de los últimos tiempos, hasta me arriesgo a decir que seguro iba sonriendo, ignorando el apretuje cotidiano y las incomodidades de la hora pico. Pero de pronto otra idea apareció en mi mente: Y si aquellas personas que imaginé conmigo en mi cielo no me quisieran en el suyo? Y acá me animo a decir que la sonrisa se me transformó en una mueca, mezcla de decepción y de duda.


Sin embargo, en mi afán de hacerle frente a aquello que amenazaba con arruinar mi viaje, decidí seguir indagando en mi mente un poco mas…


Y finalmente me dí cuenta de que no debería estar preocupado, sino ocupado. No solamente en intentar “conquistar” mi cielo, sino en ser merecedor del cielo del resto. Porque no querría ni por un segundo, querido hermano, no ser parte de tu cielo…




lunes, 8 de febrero de 2010

Nuestros proyectos...

A menudo suelo ponerme a pensar en todas las cosas que siempre soñé desde chico y que por una razón u otra no pude concretar. Algunas ya quedaron definitivamente fuera de mis posibilidades, otras pareciera que requieren de mas esfuerzo del que pensaba al empezar el camino y unas pocas todavía están al alcance de mi mano.

También suelo pensar en muchos objetivos que me había trazado en distintos momentos de mi vida y que hoy ya no creo que sean tan importantes. Los sueños a veces tienen eso, son mas lindos y deseados cuando los idealizamos por tenerlos lejos que cuando los estamos por concretar.

Hace poco se me ocurrió recordar todas las cosas que le he pedido a Dios una y otra vez, y que sin embargo sigo sin tener, o siguen sin cambiar. Sumido en mis dudas, desconfianzas y pensamientos negativos no hice mas que llevar mi mente hacia otro lugar, como modo de alejarme de aquello a lo que no encontraba respuesta. Pero por esas cosas de la vida, de casualidad (o no) fui a parar con este cuento que me recordó como era esto de los proyectos y los sueños...


"Había una vez tres árboles pequeños en una colina del bosque. Hablaban acerca de sus sueños y esperanzas para su futuro, y el primero dijo: Algún día seré un cofre de tesoros. Estaré lleno de oro, plata y piedras preciosas. Estaré decorado con labrados artísticos y tallados finos: todos verán y admirarán mi belleza".


El segundo árbol dijo: " Algún día seré una poderosa embarcación. Llevaré los más grandes reyes y reinas a través de los océanos, e iré a todos los rincones del mundo. Todos se sentirán seguros por mi fortaleza y mi poderoso casco."

Finalmente el tercer árbol dijo: " Yo quiero crecer para ser el más recto y grande de todos los árboles del bosque. La gente me verá en la cima de la colina, mirará mis poderosas ramas y pensarán en el Dios de los cielos y cuán cerca estoy de alcanzarlo. Seré el árbol más grande y la gente siempre me recordara".

Después de unos años de que los árboles oraban para que sus sueños se convirtieran en realidad, un grupo de leñadores vino donde estaban los árboles. Cuando uno vio al primer árbol dijo: "Este parece un árbol fuerte, creo que podría vender su madera a un carpintero", y comenzó a cortarlo. El árbol estaba muy feliz debido a que sabía que el carpintero podría convertirlo en un cofre para tesoros.

El otro leñador dijo mientras observaba al segundo árbol: " Parece un árbol fuerte, creo que lo podré vender al carpintero del puerto". El segundo árbol se puso muy feliz porque sabía que estaba en camino de convertirse en una poderosa embarcación.

El último leñador se acercó al tercer árbol; éste estaba muy asustado, pues sabía que si lo cortaban, su sueño nunca se convertiría en realidad. El leñador dijo entonces: "No necesito nada especial del árbol que corte, así que tomaré éste". Y cortó al tercer árbol.

Cuando el primer árbol llegó donde el carpintero, fue convertido en un cajón de comida para animales y fue puesto en un pesebre y llenado con paja. Se sintió muy mal pues eso no era por lo que tanto había orado.

El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña balsa de pesca, ni siquiera lo suficientemente grande para navegar en el mar y fue puesto en un lago. Y vio como sus sueños de ser una gran embarcación cargando reyes habían llegado a su fin.

El tercer árbol fue cortado en largos y pesados tirantes y dejado en la oscuridad de una bodega.

Años más tarde, los árboles olvidaron sus sueños y esperanzas por las que tanto habían orado. Entonces un día, un hombre y una mujer llegaron al pesebre. Ella dio a luz un niño y lo colocó en la paja que había dentro del cajón en que fue transformado el primer árbol. El hombre deseaba haber podido tener una cuna para su bebé, pero este pajar debería serlo. El árbol sintió la importancia de este acontecimiento y supo que había contenido el más grande tesoro de la historia.

Años más tarde, un grupo de hombres subieron a la balsa en la cual habían convertido al segundo árbol. Uno de ellos estaba cansado y se durmió en la barca. Mientras ellos estaban en el agua, una gran tormenta se desató y el árbol pensó que no sería lo suficientemente fuerte para salvar a los hombres. Los hombres despertaron al que dormía, éste se levantó y dijo "Calma, quédate quieto", y la tormenta y las olas se detuvieron. En ese momento, el segundo árbol se dio cuenta de que llevaba al Rey de Reyes y Señor de Señores.

Finalmente, un tiempo después, alguien vino y tomó al tercer árbol convertido en tablas. Fue cargado por las calles al mismo tiempo que la gente escupía, insultaba y golpeaba al Hombre que lo cargaba. Se detuvieron en una pequeña colina y el Hombre fue clavado al árbol y levantado para morir en la cima de la colina. Cuando llegó el domingo, el tercer árbol se dio cuenta que él fue lo suficientemente fuerte para permanecer erguido en la cima de la colina y estar tan cerca de Dios como nunca, porque Jesús había sido crucificado en él."


"Cuando parece que las cosas no van de acuerdo a tus planes, debes saber que siempre Dios tiene un plan para ti. Si pones tu confianza en El, te dará grandes regalos a su tiempo. Recuerda que cada árbol obtuvo lo que pidió, solo que no en la forma en que pensaban. No siempre sabemos lo que Dios planea para nosotros, solo sabemos que Sus caminos no son nuestros caminos, pero... Sus caminos siempre son los mejores
"

lunes, 1 de febrero de 2010

Doy gracias por vos amigo...

¡Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor.
Solicito permiso para salir a buscarlo!

¡Permiso denegado!, replicó el oficial. ¡No quiero que
arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto!

El soldado, haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y
una hora más tarde regresó mortalmente herido,
transportando el cadáver de su amigo.

El oficial estaba furioso:
¡Ya le dije yo que había muerto!
¡Ahora he perdido a dos hombres!
Dígame, ¿Merecía la pena salir allá para traer un cadáver?

Y el soldado, moribundo, respondió:
-¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme:
" ... Estaba seguro de que vendrías"


Para todos aquellos amigos y hermanos que viven la amistad con compromiso y fidelidad. Doy gracias a Dios por vos amigo mío, doy gracias a Dios por vos hermano mío... Por cada sonrisa que me sacaste, por cada vez que me prestaste tu oído, que me diste de tu consejo. Por cada momento compartido y por lo que vendrá...